Orientaciones de nuestra propuesta educativa
Como colegios inspirados en la espiritualidad ignaciana, asumimos las siguientes orientaciones en nuestra propuesta educativa y en la pedagogía que la encarna y desarrolla. Queremos que la educación de nuestros colegios:
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Se fundamente en una concepción humana y cristiana de la vida. Los colegios son un instrumento apostólico, en los que se promueve la formación humana y el sentido de la vida con los valores e inspiración del evangelio. La dimensión pastoral constituye un eje fundamental en todo el quehacer educativo para concretar su identidad y misión.
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Atienda la formación de la persona como ser relacional y centro de los procesos educativos de modo integral, abarcando todas sus dimensiones, para que desarrollen al máximo sus potencialidades en corresponsabilidad con los demás y logren descubrir su propia vocación.
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Promueva la integración entre la fe cristiana y la realidad cultural, formando para el diálogo y el testimonio en una sociedad multicultural así como la integración entre fe y ciencia, donde el conocimiento esté al servicio de la dignidad de las personas.
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Responda a las oportunidades y exigencias de los contextos según tiempos, personas y lugares, promoviendo en los estudiantes un conocimiento realista de sí mismo y del mundo, su capacidad de servicio y de liderazgo en beneficio del bien común.
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Impulse la formación de todos los actores de la comunidad educativa en la libertad responsable, para que sean personas conscientes frente a la realidad que los rodea, competentes en sus aspectos intelectuales, espirituales, humanos y afectivos, compasivas con una calidad humana basada en el amor y el servicio, y comprometidas consigo mismas, con el otro y con el mundo.
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Promueva la participación activa de todos los miembros de la comunidad educativa trabajando en equipo con una autonomía basada en el discernimiento, adaptando los medios disponibles a los fines y apoyándose en el trabajo en red con otras obras de la Compañía de Jesús para el logro de su misión.
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Cuide la inclusión social con atención a los más desfavorecidos, así como la actuación, personal y comunitaria movida por la fe que realiza la justicia en un mundo más humano y más justo, buscando llegar a las fronteras, respondiendo a lo nuevo, comprendiendo el fondo de los cambios y actuando con discernimiento ante ellos, con sentido de amplitud y universalidad.
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Genere una cultura evaluativa que conduzca a una continua renovación y transformación personal y colectiva, con criterios justos y transparentes, coherentes con la identidad ignaciana.