Tiempo de reconciliación

11-10-2012

La grandeza de un político se demuestra en la hidalguía con que acepta las derrotas y en la humildad y benevolencia con que asume las victorias. Esperamos que el Presidente reelecto sepa interpretar lo que el domingo sucedió en Venezuela y no siga considerando como traidores, apátridas, agentes del imperio a más de seis millones de electores, que ejercieron también con responsabilidad y gran civismo su derecho a soñar un país distinto. ¿Quién puede determinar quiénes aman más a Venezuela? ¡Esperamos que queden atrás definitivamente los insultos y las descalificaciones! Es tiempo para el reencuentro, la reconciliación, y el trabajo compartido para resolver los grandes problemas que, después de las elecciones, siguen tan vigentes como antes. 

En Venezuela, necesitamos con urgencia recuperar una mirada cariñosa e inclusiva para vernos como conciudadanos y hermanos y no como rivales o enemigos. Al enemigo se le destruye con violencia. Al hermano se le acepta con cariño a pesar de la diversidad y las diferencias. La genuina democracia es un poema de la diversidad y no sólo tolera, sino que celebra que seamos diferentes. Diferentes pero iguales. Precisamente porque todos somos iguales, todos tenemos  derecho a ser, pensar y decidir  de un modo diferente dentro, por supuesto, de las normas de la convivencia que regulan los derechos humanos y los marcos constitucionales.

Es tiempo para trabajar juntos, sin descalificaciones ni exclusiones, para superar los graves problemas que tenemos en Venezuela, entre ellos el de la pobreza, la corrupción, el clientelismo, la inseguridad, la violencia y la ineficiencia. Son tiempos para, sin claudicar de las grandes utopías de buscar con empeño un mundo mejor y seguir denunciando la creciente insensibilidad y deshumanización de los países privilegiados y los grupos poderosos, emprender las micro revoluciones urgentes y necesarias que nos resuelvan los gravísimos  problemas de la cotidianidad. No podemos seguir proclamando la revolución universal ni considerarnos modelo de la nueva sociedad, si no somos capaces de recoger la basura, si nuestras calles y carreteras parecen recién salidas de un bombardeo, si tenemos miedo de salir a la calle y ser atracados o asesinados, si gran parte de nuestros hermanos viven en condiciones inhumanas, si las cárceles son centros de deshumanización y universidades del delito, si seguimos pegados a la teta petrolera y no asumimos el trabajo productivo y responsable como medio esencial de producir riqueza y de garantizar a todos unas condiciones de vida digna en vivienda, alimentación, educación, salud, recreación…, como factores esenciales para la convivencia pacífica. La paz verdadera se asienta sobre las bases de la justicia. Esto nos obliga a trabajar con mayor radicalidad y responsabilidad para acabar con todo tipo de discriminación, corrupción, exclusión e injusticia.

Todos debemos comprometernos a superar de una vez las ofensas, el maltrato y el rencor. El amor a Venezuela, si es real, se debe traducir en unidad en la diversidad, y en trabajo solidario para que nuestros pueblos y ciudades sean bellos y seguros, para que todos los niños y jóvenes disfruten de una educación de verdadera calidad, para que enfermarse no sea una tragedia, para que la inflación no devore los salarios,  para que el agua llegue a todas las casas, para que no haya apagones, para que las instituciones funcionen, resuelvan problemas y traten a todos los ciudadanos por igual,  para que todos los venezolanos podamos vivir dignamente de nuestro trabajo y disfrutar de servicios eficientes. De nada sirve proclamar un gran amor a Venezuela si  no se traduce en servicio eficaz a todos los venezolanos, sin importar cómo piensan y cómo hayan votado. Si la verdadera democracia implica no sólo el gobierno de la mayoría sino también el respeto a la minoría, cuánto más en Venezuela donde las pasadas elecciones dejaron bien claro no sólo el civismo de la población y su  profunda vocación democrática, sino también que hay dos grandes mayorías que deben aprender a convivir y a respetarse. 

Antonio Pérez Esclarín

  pesclarin@gmail.com

www.antonioperezesclarin.com

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