"Día del Maestro"

14-01-2019

Hoy más que nunca necesitamos conectarnos con nuestra esencia como formadores de futuro y garantes de esperanza. Los maestros y profesores estamos llamados a irradiar entusiasmo en tiempos de desolación, y esto solo es posible desde la vocación y compromiso con nuestro ejercicio profesional.

Compartimos unas palabras AL EDUCADOR IGNACIANO, del P. Jesús Orbegozo sj, Rector del Colegio San Ignacio:
 

Al Educador Ignaciano 

Al comienzo de este nuevo año, quiero hacer un reconocimiento a todos los educadores del Colegio que con su esfuerzo y dedicación, del día a día, han hecho y siguen haciendo posible que se mantenga firme la Misión del Colegio.

No gozamos hoy de un horizonte claro de país, ni tampoco tenemos la respuesta más adecuada para lograr seguir siendo una institución que forme jóvenes conscientes de su realidad, competentes, con la sensibilidad necesaria para comprometerse en la transformación de nuestra sociedad en paz y justicia. Este sigue siendo nuestro gran reto.

Para ser coherentes con nuestra Misión y con nuestra responsabilidad, nos corresponde continuar dando pasos para profundizar en nuestra identidad ignaciana, con sabiduría, con tenacidad y con audacia, dando nuestra contribución a la construcción de Venezuela, para que todos podamos sentarnos en la misma mesa, sin exclusión alguna.

En esta gran tarea educativa, hay actitudes y cualidades personales que nos definen como educadores ignacianos:

  1. Acogida, que sale al encuentro de sus alumnos, los busca, con un gesto de profunda acogida.
  2. Discernimiento, para que los alumnos se entiendan a sí mismos, que comprendan lo que les acontece, a entender su entorno, a prepararlos para que vayan haciéndose responsables de sus vidas.
  3. Presencia, estando siempre al lado del alumno, acompañando, escuchando, dando vida a tanta soledad.
  4. Testimonio, con coherencia entre lo que hablamos y actuamos, mostrando lo que uno es, lo que uno cree.
  5. Respeto, con un profundo respeto al niño y al joven, evitando todo tipo de humillación y maltrato. A su vez, somos personas que requerimos ser igualmente respetados.
  6. Confianza, llamados a generar en el entorno colegial un clima de confianza, de amor y de alegría.
  7. Servicio, que nace del agradecimiento por lo mucho que recibimos en la vida.
  8. Competencia, formados en nuestro campo profesional, actualizándonos constantemente en las competencias específicas de nuestra profesión.
  9. Fe. Personas de fe, llamados a reflejar nuestra vivencia y compromiso de fe en la constante interrelación con los educandos, más allá de la trasmisión de conocimientos.
  10. Integridad. Personas integrales que comportan un modo de ser, un modo de vivir y un modo de actuar.

Educar es un modo de acercarse al niño y al joven, con mucho respeto y amor, para que desarrollen todas sus potencialidades y se realicen como personas en plenitud. Al educador le toca dinamizar las ricas energías dormidas de niños y jóvenes, y ayudar a abrir las inmensas posibilidades que encierran.

No se puede educar sin que exista un clima de confianza, de amor y de alegría. No se puede educar sin humor y sin gozo. Para nuestra misión, debemos tener una sólida fortaleza que aguante los embates de la rutina diaria y para las situaciones que requieran serenidad y firmeza. Fortaleza que debe de ir acompañada de profunda sabiduría que nace tanto de la inteligencia como del corazón compasivo, para discernir el mejor camino a seguir. Y unidos al maestro Jesús, en nuestras preocupaciones, sintamos predilección por los pequeños, por los débiles e indefensos.

Con todo el reconocimiento y con el corazón agradecido.

Jesús Orbegozo, S.I.
Rector

Caracas, enero de 2019

 
 

Al maestro con cariño

15 de enero de 2019

 Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)

                @pesclarin   www.antonioperezesclarin.com

 

La celebración del Día del Maestro me brinda la oportunidad de insistir en la transcendencia de su misión y el deber, en consecuencia, de tratarlos con el respeto y la consideración que se merecen. Si queremos que la educación contribuya a acabar con la pobreza, debemos primero acabar con la pobreza de los educadores y con la pobreza de la educación.

Desde hace tiempo vengo repitiendo que para la reconstrucción de Venezuela y para el futuro de la humanidad, los educadores somos más importantes que los economistas, los políticos y los militares. En la actual sociedad del conocimiento, la educación es el medio fundamental para combatir la violencia, aumentar la productividad, afianzar la convivencia y la paz y lograr un desarrollo económico y humano sustentable. La educación es el pasaporte a un mañana mejor pues, como ya lo intuyó Bolívar, los países avanzan de acuerdo al nivel de su educación. A todos nos conviene tener más y mejor educación y que todos los demás la tengan. Sin educación o con una pobre educación es imposible el progreso, la prosperidad y la paz verdadera. Por otra parte, todas las investigaciones coinciden en que el elemento más importante para una educación de calidad es contar con educadores de calidad, es decir, comprometidos, apasionados y en formación permanente, ya no para aumentar el currículo, sino para servir mejor a sus estudiantes.

La riqueza de un país no consiste en sus materias primas, sino en la calidad productiva y moral de sus ciudadanos. Educar es formar personas plenas y ciudadanos productivos y solidarios.  Por ello, resulta preocupante que si bien la educación es un medio esencial para salir de la crisis; hoy, en Venezuela, la propia crisis está llevando al colapso total de la educación, pues son muchos los docentes que se han ido, piensan irse, o han abandonado su profesión por considerar que el sueldo nos les alcanza para vivir. Por otra parte, muchos alumnos no consideran ya la educación como un medio de ascenso social o para garantizarse una mejor vida, lo que les ha llevado a abandonar sus estudios.

Para salir de este círculo vicioso, necesitamos hoy educadores resilientes, creativos, que no se rinden, sino que asumen las dificultades como oportunidades para inventar la educación necesaria, pues saben que educar es algo más sublime que enseñar conocimientos y materias. Educar es formar personas y ciudadanos, cincelar corazones generosos y solidarios, dar la mano, ofrecer los ojos para que los alumnos puedan mirarse en ellos y verse comprendidos y queridos. Los educadores somos los parteros del alma; los padres dan la vida, padres y educadores juntos debemos dar sentido a esa vida, pues educar es continuar la obra creadora de Dios, ayudar a nacer ese hombre o esa mujer que Dios soñó cuando los creó. El quehacer del educador es misión y no simplemente profesión. Implica no sólo dedicar horas, sino dedicar alma. Exige no sólo ocupación, sino vocación. El genuino educador está dispuesto no sólo a dar clases, sino a darse, a gastar su vida para que los demás tengan vida en abundancia.

Por ello, un abrazo solidario y admirado a todos esos maestros y maestras anónimos que, a pesar de los problemas y dificultades, viven con ilusión y entrega su vocación de servicio.

 
 

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