P. Arturo Sosa SJ, Superior General

20-10-2016

El P. Arturo Sosa nació en Caracas (Venezuela) el 12 de noviembre de 1948. Es delegado para la Curia y las casas y obras interprovinciales de la Compañía de Jesús en Roma, y es Consejero del Padre General. Es licenciado en Filosofía por la Universidad Católica Andrés Bello (1972) y doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Central de Venezuela.

En la Congregación General 35 celebrada en 2008 fue elegido por el Padre General Adolfo Nicolás como Consejero General. Y en 2014 se incorporó a la Curia de la Compañía de Jesús en Roma como delegado para la Curia y las casas y obras interprovinciales de la Compañía de Jesús en Roma. Se trata de instituciones que dependen directamente del Padre General de los Jesuitas y para las que nombra a un delegado. Entre ellas se encuentran, además de la Curia General, la Pontificia Universidad Gregoriana, el Pontificio Instituto Bíblico, el Pontificio Instituto Oriental, el Observatorio Vaticano, así como diversos Colegios Internacionales y Residencias.

Entre 1996 y 2004 fue Superior Provincial de los Jesuitas en Venezuela. Anteriormente había sido coordinador del apostolado social en este país y director del Centro Gumilla, un centro de investigación y acción social de los jesuitas en Venezuela.

El P. Arturo Sosa cuenta con una larga trayectoria de dedicación a la docencia y la investigación. Ha desempeñados diversos cargos y funciones en el ámbito universitario. Ha sido profesor y miembro del Consejo Fundacional de la Universidad Católica Andrés Bello y Rector de la Universidad Católica del Táchira. Especialmente ha ejercido la investigación y la docencia en el campo de las ciencias políticas, en diferentes centros e instituciones, como la Cátedra de Teoría Política Contemporánea y la Cátedra de Cambio Social en Venezuela en la Escuela de Ciencias Sociales. Ha sido investigador en el Instituto de Estudios Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela y, en la misma universidad, profesor de la Escuela de Estudios Políticos en la Cátedra de Historia de la ideas Políticas de Venezuela. En 2004 fue profesor invitado por el Centro para Estudios de América Latina de Georgetown University, en Estados Unidos y fue profesor de la Cátedra de Pensamiento Político Venezolano de la Universidad Católica del Táchira.

Ha publicado diferentes obras, especialmente sobre historia y política venezolana. El Padre Sosa habla español, italiano e inglés, y entiende el francés.

Tomado del portal del Colegio San Ignacio, Caracas, Venezuela.

 

“Me enseñó a mirar a Dios en los ojos de los pobres”

Escrito del P. Arturo Peraza SJ, Provincial de Venezuela sobre el Padre General.

Roma, 17 de octubre de 2016

Hoy puedo contar que durante cuatro días muchos compañeros me hicieron una y otra vez, de formas distintas esta pregunta ¿Quién es Arturo Sosa? Nunca había tenido que hablar tantas veces y particularmente tantas veces en inglés sobre una persona. Se trataba de repeticiones de una historia personal que en la medida que se repetía iba trayendo más recuerdos y a la vez una serena certeza interior de que realmente era alguien a quien yo veía como General.

Mientras yo estaba en el noviciado y en filosofía era un jesuita admirado por su capacidad. Era ya en ese tiempo una persona que tenía resonancia en los medios venezolanos. Fue nuestro profesor en la filosofía política, cercano y bastante exigente. Al segundo año de mi magisterio (período en el cual los jesuitas nos integramos a la vida apostólica de la Compañía y en algunos casos como el mío también se realizan estudios especiales, en mi caso derecho) me envían a la comunidad Manuel Aguirre y pasa Arturo a ser mi acompañante espiritual por cuatro años. Esta experiencia marcó una fuerte cercanía que me permitió conocer la hondura espiritual de mi tocayo. Me vienen a la mente las celebraciones comunitarias en las cuales compartimos la Palabra y nuestras experiencias, en una comunidad conformada por cinco o seis miembros. En ellas Arturo explayaba su cercana relación con Dios como papá (incluso usar el término papito), como misericordioso y como Dios de la historia de nuestro pueblo que nos invita a leer los signos de los tiempos en la vida de nuestra gente. Me viene a la mente sus misas de domingo en el templo de la Pastora donde toda la comunidad también compartía la homilía para que al final Sosa concluyera con una suerte de síntesis y aportes personales.

Me enseñó a mirar a Dios en los ojos de los pobres, en la seriedad de los análisis para comprender la realidad que nos rodeaba, para mirar en la historia del país un modo de entender nuestro presente y los caminos de futuro. El analista Arturo puede ser leído superficialmente en sus escritos desde el ejercicio fenomenológico de descripción de la realidad y de propuestas, pero quien lo conoce sabe que hay mucho más. Debajo del texto hay un deseo de buscar y encontrar signos de la invitación de Dios en este tiempo, lecturas de los caminos que van ahondando en los seres humanos en su trascendencia, así como busca la misma trascendencia de la historia que vivimos. Yo diría me enseñó qué significa una fe encarnada.

Esta fe encarnada se puede encontrar en sus escritos y en su seriedad intelectual, pero aún más se puede encontrar en su modo de cercanía con todos, especialmente la gente más sencilla. En la Pastora los pobres viven en las quebradas y allá abría un camino de compromiso. Nuestra casa era un lugar de puertas abiertas a la comunidad popular que nos rodeaba, a la gente de las quebradas, en especial a los jóvenes del sector. Muchos eran amigos de Arturo. Por eso él no hablaba desde los libros simplemente, sino desde el corazón de esa gente que nos rodeaba. Luego será en la frontera venezolana, pero es una historia que describiré un poco más adelante.

Cuando concluí mis estudios de derecho y por lo tanto mis experiencias de maestrillo, me encuentro que no sólo me mudo yo, sino que se muda también mi tocayo, pero él como mi superior del teologado. Un año me acompañará en ese proceso, pero pronto llegará el anuncio de que se le hacía Provincial de Venezuela. Era el año de 1996. Durará como Provincial hasta el año 2004. En este tiempo le regala a la Provincia el proceso de discernimiento que nos permitió construir el aún vigente Plan Apostólico de la Provincia de Venezuela. Un plan de visión para 20 años. La verdad es que resulta algo insólito que en un país como Venezuela en donde todo parece cambiar constantemente, nosotros hayamos podido conducirnos por un plan en el que nos reconocemos con facilidad todo este tiempo. Sus opciones nos siguen pareciendo clarificadoras y en especial la voluntad de trabajar en colaboración con otros y otras, que consideremos el sujeto apostólico de la Provincia (laicos y jesuitas), amén de la necesidad de trabajar en red. En él es claro la voluntad de colaborar en la constitución de organizaciones populares y civiles autónomas que puedan ser sujeto del proceso político, social y económico venezolano (tarea que hoy en día es más compleja que cuando comenzamos), entregar los ejercicios como don recibido y promover el fortalecimiento de los laicos y los jóvenes como sujetos en nuestra Iglesia.

En ese plan es claro que deseamos comprometernos con los pobres de nuestro país y un tema que aparece es la frontera. Se trataba de una novedad en ese tiempo. Teníamos presencia en el Alto Apure (Guasdualito, El Nula, La Victoria, El Amparo y Ciudad Sucre) Se asumió el reto del trabajo en la frontera como un trabajo de frontera humana, apostólica y social. La realidad de refugiados, la presencia de grupos irregulares de distinto signo, el comercio legal y no tan legal, especialmente de la gasolina, la realidad campesina y otros elementos se constituyeron en un llamado para la Provincia toda (Parroquia, Fe y Alegría, SJR y otros). Arturo al final de su provincialato es destinado a la Universidad Católica del Táchira (en la frontera) y asume el propósito de hacer de ésta una Universidad de frontera en frontera.

Conocí a un Arturo en una de sus mejores facetas de creatividad e integración. Recibió una Universidad de aproximadamente 4.000 estudiantes y la trasformó en una Universidad de 9.000 estudiantes, lo que implicó hacer un nuevo campus en el contexto de una Venezuela donde ya había claros signos de crisis para los sectores productivos, encubierta por la riqueza petrolera. Recibió una Universidad que era una buena escuela, pero que sólo se miraba a sí misma, y la abrió a toda la realidad de la frontera en términos de relacionarla con las comunidades vecinas, con la diócesis, con nuestras parroquias de frontera, con las escuelas de Fe y Alegría en la zona, con la realidad de refugiados, con el mundo campesino pobre, etc. Una relación que pasaba por la investigación y la publicación de datos sobre la zona, hasta el compromiso directo con acciones tendientes al cambio. Fue un camino que hizo con toda la comunidad jesuítica que lo acompañaba en la zona y con muchos laicos y laicas que de múltiples formas se sumaron en ese sueño.

De ese camino brotó en un encuentro, en el que yo participo como recién nombrado Provincial, el nacimiento de la Red Apostólica Interprovincial Fronteriza (RAIF). Una vinculación entre las provincias de Venezuela y Colombia para abordar nuestra frontera común en términos de evangelización encarnada que quiere reconocer la subjetualidad propia de quienes habitan en nuestra frontera. Arturo, a pesar de sus múltiples obligaciones (entre las que cabe destacar el ser consejero del P. General Adolfo Nicolás, Rector, Superior de la comunidad), asume la responsabilidad de animar esta red. Y como había hecho antaño con la Provincia, convoca a los diversos agentes pastorales de ambos lados de la frontera para soñar un camino que nos vinculará, considerando especialmente que durante ese tiempo se dio una particular agria relación entre el mandatario de Venezuela en ese entonces (Hugo Chávez Frías) y el de Colombia (Álvaro Uribe).

Pero no quiero olvidar quizás un detalle más humano. Mientras todo esto ocurría, en la comunidad Pedro Fabro (así se llama la comunidad de la Universidad de la cual era superior Arturo) vivía un jesuita mayor que había sido un excelente profesor de teología especialmente en el área de cristología: José Cruz Ayestarán. Lamentablemente tenía la cabeza algo perdida, pero en vez de enviarlo a nuestra enfermería, Arturo asumió el compromiso, mientras fuera posible, de acompañarlo y tenerlo en la comunidad. Todos los días preparaba las pastillas que debía tomar y se aseguraba que se las había tomado, sabía llevar con buen humor algunas impertinencias, que la condición de este compañero producía, y preocuparse con los demás de hacerlo sentir en casa. Igual Arturo era cercano a los estudiantes de la Universidad, a la gente de nuestras parroquias de El Nula, Ciudad Sucre, Guasdualito y sus caseríos, a los laicos de los equipos de Fe y Alegría. Era su modo de expresar ese Dios papá, misericordioso y comprometido.

Me costó aceptar (aunque nada podía hacer) que el General (que ya lo había defendido en dos ocasiones anteriores de cargos internacionales) se lo llevara para Roma a dirigir las casas internacionales. Era claro que era una de nuestras expresas prioridades según la CG 35 y Arturo como buen jesuita simplemente asumió. Entre otras cosas debo decir que le tocó dejar a su mamá, que ya para ese momento (2014) tenía 90 años. Siempre que había consejo nacional de rectores él aprovechaba y la visitaba, pero esas visitas ahora se distanciaron a una vez al año, y al Skype. Quiero reconocer a Margarita Abascal de Sosa lo que ella también ha hecho, que es mucho.

Y en esos cuatro días narré una y otra anécdota, tratando de trasmitir una experiencia y junto con mi hermano Johnny Veramendi quien tiene mucho que contar, tratamos de forma honesta de contestar eso que nos preguntaban: ¿Quién es Arturo Sosa?

Tomado del Blog de la Congregación General 36

 

"Arturo Sosa, un jesuita profundamente humano"

Escrito de Manuel Roa, en el Diario La Nación, San Cristóbal

Profundamente humano. En esa expresión muchos se encuentran al momento de hablar sobre Arturo Sosa Abascal, el jesuita y exrector de la Universidad Católica del Táchira que, a partir de este viernes, tendrá la Compañía de Jesús en sus manos.

El nuevo “papa negro”, como se conoce al superior de los jesuitas por su importancia histórica dentro de la Iglesia, es por primera vez alguien no nacido en Europa. Sosa Abascal, un caraqueño de 67 años de edad, rompió una tradición de siglos, al ser votado por la 36 ª Congregación General de la Compañía de Jesús para dirigir la orden religiosa, fundada por san Ignacio de Loyola.

En 2004 llegó a San Cristóbal para dirigir desde su rectorado la Universidad Católica del Táchira. El padre, como muchos le conocían en la casa de estudios, es filósofo, teólogo y doctor en Ciencias Políticas. Fue superior de la Compañía de Jesús en Venezuela y miembro del Consejo Fundacional de la Universidad Católica Andrés Bello, en donde inició una carrera académica siempre orientada al análisis profundo de la cultura política venezolana.

En su década como rector de la UCAT abrió la puerta de su despacho a una universidad más inclusiva y honesta con la realidad del Táchira, a la que siempre trató de acercar. Estimuló la construcción de la sede Sabana Larga, sumó esfuerzos para la ampliación de la oferta académica de estudios e inauguró programas extracurriculares como el de liderazgo ignaciano universitario latinoamericano. Todos, insumos que consideró oportunos para la formación de una generación empática con su realidad.

“El padre era cercano con todos, siempre nos invitaba a reconocernos, a encontrarnos con el otro, con el campesino de la frontera, con la persona humilde del barrio”, cuenta con orgullo Gerardo Galvis, coordinador de Identidad y Misión de la UCAT. Galvis, quien lo acompañó en muchos proyectos dentro de la universidad, enfatizó en que el nuevo superior general de la Compañía de Jesús tiene una capacidad increíble para transmitir el Dios de Jesús, “ese que ama y perdona”.

Al preguntar por el padre Sosa, la coherencia entre testimonios revela la sinceridad de cada palabra, todas completan y ahondan en la personalidad del que hoy es una de las cabezas de mayor importancia dentro de la jerarquía católica.

Es un hombre de un amor profundo por la gente sencilla. Así lo describe el decano del Medio Universitario de la UCAT, Gerardo Díaz, quien se atrevió a contar una anécdota del año 2006, que considera oportuna para hablar de lo amplio y sencillo que es el padre: “Ese día en la mañana recuerdo que estaba sentado entre jóvenes, como uno más, inaugurando el programa de liderazgo. Luego a las 2:00 la tarde estaba oficiando el funeral de la madre de una trabajadora de la universidad y tan solo unas horas después estaba graduando a estudiantes de posgrado y reflexionando sobre la realidad del país. Ese es el padre”.

Una visión fronteriza apartada de los lugares comunes destaca el jesuita Wilfredo González, vicerrector académico de la UCAT: “Él comprende la frontera más allá de los clichés de los paramilitares y la guerrilla, ha apostado por entender al ciudadano de frontera”.

González lo define como un constructor de puentes que invita constantemente al diálogo: “Siempre nos motivaba a que fuéramos capaces de escuchar la propuesta del otro, sin importar la postura que este tuviera”.

Sosa es un pensador de lo político y de la política, un intelectual que no usa comodines analíticos y que siempre intentó ganarle la batalla a la polarización. El vicerrector cuenta que el padre ha sido un gran jesuita, hablando de su faceta como hermano cercano o como pensador político agudo: “Arturo muchas veces no fue comprendido, iba más allá de lo aparente, siempre enfatizó en la legitimidad política, la cual se debe construir desde las bases”.

Para González, al nuevo superior de la Compañía de Jesús le corresponde afrontar la gran complejidad del mundo moderno, enfrentar la globalización, promover los diálogos interculturales junto a su compañero de congregación el papa Francisco. Sin duda una tarea que el padre, ese maestro en letra grande y amigo que vivió por 10 años en tierra tachirense, sabrá afrontar.

Tomado de: http://lanacionweb.com/infogeneral/arturo-sosa-un-jesuita-profundamente-humano/

 

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