En la semana del día de los educadores

13-01-2015

Destacamos la importante labor que cumplen en la formación del pueblo venezolano, al tiempo que sumamos voces para reclamar el apoyo y justo reconocimiento de la sociedad con su trabajo.

El 15 de enero de 1932, en plena dictadura gomecista, un grupo de educadores, encabezados por Miguel Suniaga y Luis Beltrán Prieto Figueroa, conformaron una asociación para defender los derechos laborales de los maestros y mejorar la educación en Venezuela: la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Pública, que luego se transformó en la Federación Venezolana de Maestros. Durante el gobierno del general Isaías Medina Angarita, se reconoció la importancia de la labor de los movimientos de educadores al decretar la celebración del "Día del Maestro" en esa fecha histórica para rendirles homenaje.

En la Venezuela de hoy necesitamos que la educación de calidad para todos y todas se convierta en verdadera prioridad del Estado y de la sociedad. Y para que en verdad lo sea, necesitamos educadores comprometidos y valorados con justicia, reconocidos y respetados en su autonomía profesional, con las condiciones necesarias para un desempeño eficaz en sus centros de trabajo. Necesitamos también, con verdadera urgencia, que sembremos en los jóvenes del país nuevas y más vocaciones para la carrera docente, que captemos los mejores talentos.

La Consulta Nacional por la Calidad Educativa confirma estas necesidades, ya conocidas, vividas y constantemente denunciadas por todos los que de algún modo hacemos parte del sistema educativo nacional. Urgen soluciones integrales, que prioritariamente atiendan el tema de la dignificación de la profesión a través de la creación de condiciones laborales adecuadas que la transformen en una carrera atractiva con el justo reconocimiento social; con políticas basadas tanto en el respeto a la libertad de enseñar sin limitaciones por doctrinas determinadas ni ataduras a libros de textos particulares, como en el respeto a la expresión libre de opiniones e ideas sobre el funcionamiento del centro y del sistema educativo nacional, sin temor a represiones o a la pérdida de su trabajo. Es necesario que se establezca un sistema objetivo de reclutamiento, ingreso, evaluación y ascenso, sin mediaciones políticas, que estimule a los educadores en su crecimiento personal y en su actuación pedagógica. 

Las soluciones a los déficits en número y en la formación especializada de los educadores no están solo ni principalmente en más "cursos de capacitación", y menos en planes de estudio de carácter nacional y obligatorios ni en "operativos" tipo misiones de emergencia, que sustituyan o limiten la acción académica de las instituciones universitarias dedicadas a la formación de los educadores, en la necesaria investigación e innovación de diseños curriculares y estrategias pedagógicas más pertinentes. Antes bien, es obligación del Estado aportarles la información sobre los requerimientos presentes y a futuro de profesionales de la educación por especialidades en las distintas regiones del país, estimularlas y apoyarlas oportunamente, para que ninguno de nuestros niños, adolescentes y jóvenes se vean afectados en su derecho a una educación de calidad, por la inexistencia de maestros competentes y profesores que dominen las asignaturas del currículo escolar.  

En este día queremos ofrecer un escrito de Olga Ramos: Tiempo de Maestros y un artículo de Antonio Pérez Esclarín titulado "Necesitamos maestros", con sus reflexiones sobre el protagonismo de los educadores en las transformaciones pedagógicas necesarias para el logro de una educación de calidad.  

NECESITAMOS MAESTROS

Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com) @pesclarin   www.antonioperezesclarin.com

La celebración del Día del Maestro me brinda una excelente oportunidad para insistir, una vez más, en que el problema educativo es tan serio y tan grave, que no podemos darnos el lujo de prescindir de nadie. Todos somos necesarios para resolverlo. Pero deben ser los educadores los protagonistas de los cambios educativos necesarios.  Hoy todo el mundo está de acuerdo en que, si queremos una educación de calidad, necesitamos educadores de calidad, capaces de liderar las transformaciones pedagógicas  necesarias y de ser ejemplo de los valores que  necesitamos para superar la gravísima crisis moral que nos carcome.

Necesitamos, en definitiva, MAESTROS.  Tenemos muchos licenciados, profesores y hasta magisters y doctores, pero escasean cada vez más los maestros: hombres y mujeres que encarnan estilos de vida, ideales, modos de realización humana. Personas orgullosas y felices de ser maestros que buscan la formación continua ya no para acaparar títulos, credenciales y diplomas,  sino para servir cada vez  mejor a los alumnos.

Maestros que ayudan a buscar conocimientos sin imponerlos, que guían las mentes sin moldearlas, que facilitan una relación progresiva con la verdad y viven su tarea como una aventura humanizadora en colaboración con otros. Maestros comprometidos con revitalizar la sociedad, empeñados en superar mediante la educación la actual crisis de civilización y la crisis de país que estamos sufriendo, capaces de reflexionar y de aprender permanentemente de su hacer pedagógico, y que se responsabilizan por los resultados de su trabajo.

El educador tiene una irrenunciable misión de partero de la personalidad y del espíritu. Es alguien que entiende y asume la transcendencia de su misión, consciente de que no se agota con impartir conocimientos o propiciar el desarrollo de competencias,  sino que se dirige a formar personas, a enseñar a vivir con autenticidad, con sentido y con proyecto, con valores definidos, con realidades, incógnitas y esperanzas.

Si ninguna otra profesión tiene, a la larga, consecuencias tan importantes para el futuro de la humanidad como la profesión de maestro, la sociedad debería abocarse a considerar esta profesión de un modo tan especial que atrajera a los mejores estudiantes. Resulta muy incoherente alabar en teoría la labor de los maestros y maltratarlos en la práctica. La sociedad exige mucho a los maestros y les da muy poco. Todo el mundo desearía el mejor maestro para sus hijos, pero muy pocos quieren que sus hijos sean maestros, lo que evidencia la contradicción que reconoce por un lado la importancia transcendental de los maestros, pero por el otro, los trata como a profesionales de segunda o tercera categoría. Si queremos que la educación contribuya a acabar con la pobreza, primero debemos acabar con la pobreza de la educación y con la pobreza de los educadores. Junto a una justa remuneración, deben emprenderse profundos cambios en los procesos de selección y formación tanto inicial como permanente de los educadores.

Y cerramos esta nota invitándoles a leer, a todos pero muy en especial al profesorado de los colegios de la ACSI, la  "Carta de San Ignacio a un educador de hoy", escrita por Andrea Ramal.

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