Nuestra misión en el actual contexto

14-03-2014

Hemos vivido desde el 12 de febrero (y en otras zonas del país antes de esa fecha) una grave situación política y social que lamentablemente ha dejado según se informa unos 20 muertos, cientos de heridos, detenidos y procesados. No es el objetivo del presente escrito hacer un análisis de las causas de esta situación, pero debo señalar que la lamentable polarización inducida en el país ha sido un factor determinante en la ocurrencia de estos hechos y en la dificultad de encontrar un camino cierto para la paz y la convivencia ciudadana.

Como Provincial asumo los llamamientos hechos por el Papa, quien en fecha reciente oró por la situación venezolana. También en el genuino espíritu de sentir con la Iglesia me sumo a los llamamientos que la Presidencia de la CEV ha hecho para que cesen las situaciones de violencia. Juntos a nuestros hermanos de la CONVER hemos orado para que el Señor nos conceda el don de la paz, que no se limita a la inexistencia del enfrentamiento, sino a que haya justicia para todos por igual.

La violencia normalmente tiende a justificarse en la violencia del otro y esto resulta inaceptable. Se pasa de la violencia verbal a la violencia contra las cosas y de allí a las agresiones y las muertes. No son pacíficas las manifestaciones que usan el bloqueo de vías, el daño a la propiedad y a los bienes públicos, o por una supuesta legítima defensa terminar matando a motorizados u otras personas. Pero como han señalado diversas ONG`s de DD.HH tampoco es legítimo, en virtud del mantenimiento del orden público, violar los derechos humanos de los manifestantes en especial los derechos a la vida, la integridad y el derecho a la manifestación pacífica.

Es paradójico que, en este contexto de violencia que se ha desatado, en la liturgia de estos domingos hemos abordado la forma como Jesús deseaba que su comunidad de hermanos enfrentara el tema de las diferencias y los conflictos (Mt 6). Jesús insiste en el perdón y el diálogo como medio de superar las diferencias. La Compañía debe estar alineada en ese camino de construcción de una verdadera paz que tiene por contenido fundamental la existencia de relaciones justas, como lo destaca la CG 35 en particular en el D 3, 12-17, que invito en este tiempo a releer, pues nos ayudaría en mucho.

Para encontrar caminos de paz hay varias condiciones necesarias. Una es el respeto a la institucionalidad por parte de todos los actores. Esa institucionalidad está expresada en la Constitución. No es aceptable que por vía de la violencia se pretenda cambiar un gobierno electo. Pero de igual forma el Estado debe velar por recuperar y fortalecer esa misma institucionalidad, entre otras cosas, que el orden público es una competencia exclusiva de los órganos de seguridad ciudadana (policía y Guardia Nacional) y no de grupos civiles, menos cuando estos son partidarios.

También es condición necesaria que se establezca la verdad sobre los hechos ocurridos. Los órganos de investigación y el poder judicial tienen una tarea ineludible que requiere mostrar a la vez imparcialidad y objetividad.

Es un requisito indispensable el diálogo entre las partes. Hacia ese fin han apuntado los esfuerzos de la Iglesia en especial de la CEV y nosotros nos hemos sumado a este esfuerzo. La CEV ha asistido a las convocatorias hechas por el ciudadano Presidente, se ha reunido con los estudiantes, se han abierto espacios en la Conferencia para buscar caminos que faciliten el encuentro. De igual forma es vital que el diálogo pueda llegar a verdaderas soluciones de las situaciones que generan conflicto ya sea éste político, económico o social.

Toda esta situación demanda de todos nosotros actitudes que ayuden en el camino de la paz. Un aspecto que los religiosos y religiosas hemos destacado ante diversos interlocutores es desarmar las palabras. El diálogo requiere que haya respeto y éste lamentablemente se ha perdido de forma grave y es necesario restablecerlo. Debo lamentar que en correos y/o publicaciones de Facebook algunos han usado términos peyorativos para referirse a personas que tienen posiciones políticas antagónicas. Degradar a personas o grupos nunca será una ayuda ni es cristiano. Una cosa es el análisis de la situación y otra muy distinta degradar con la palabra al supuesto contrario. Eso es violencia y no tiene justificación alguna, menos cuando proviene de uno de los NN.

Otra actitud es aquella que nos invita a salir de la polarización, lo que no significa que no tengamos perspectivas y filiaciones diversas. En esa dirección requerimos sentido crítico para dar por ciertas algunas versiones, o reivindicar unos hechos callando otros, o promover agendas de enfrentamiento o de represión o de venganza. De ello lamentablemente hay mucho en el país y creo que esas agendas están muy lejos de la agenda del Dios de Jesús. Es necesario preguntarnos qué agenda promovemos y si esa agenda lleva a la paz y a la reconciliación, si lo que hago sirve para ser puente. Insisto en que ello no implica que no tengamos posiciones críticas, sino que las mismas en su modo y como finalidad buscan la paz desde la verdad y la justicia.

Creo que es un tiempo intenso para la oración, es una cuaresma muy particular en nuestro país. Es un tiempo para invitar e invitarnos a la reflexión. La cuaresma supone un tiempo de privaciones y penitencias voluntariamente asumidas como camino ascético que nos permite oír mejor la voz del Espíritu. Quizás estemos llamados a hacernos conscientes de las pasiones que la realidad política desata en nosotros y en los otros y desde el discernimiento ascético pedirle al Señor la justa medida en que se requiere que nosotros participemos y ayudemos a otros también a ser libres de estas pasiones cuando las mismas desatadas pueden llevar a la muerte. Esto se hace real en nuestro modo de estar y hablar en las comunidades de la realidad política. No es el silencio temeroso sino la palabra adecuada que busca el diálogo el camino a seguir.

En fin mis queridos hermanos, igual que Uds. yo también estoy expuesto a equivocarme, a fallar, a dejarme impulsar por mis propias pasiones. Se trata de pedir humildemente al Señor que nos dé el don de su paz. No como la da el mundo, sino la paz que proviene de la experiencia de fraternidad a la que él nos invita.

Arturo Peraza s.j.

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