El Valor de educar

01-07-2013

EL VALOR DE EDUCAR

Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com)

www.antonioperezesclarin.com

Hoy se insiste mucho  en la necesidad de educar en valores.  Pero no suele decirse que hoy hace falta mucho valor para educar.  Hasta hace unos años, era relativamente fácil educar. En primer lugar, había consenso entre lo que se consideraba bueno  y malo y,  -lo que es más importante-, la búsqueda y  vivencia del bien parecía ser tarea de todos. De ahí que, en general, había una gran coherencia entre lo que se practicaba y enseñaba en la casa (todo el mundo, por ejemplo, consideraba   que robar era algo malo, y por eso podían decir con sinceridad y  orgullo “somos pobres pero honrados”); lo que se vivía en la calle (cualquier persona se consideraba con autoridad para llamar la atención y denunciar las conductas irregulares); lo que se enseñaba en las escuelas y  lo que se predicaba en las iglesias. En cierto sentido, toda la sociedad asumía su papel de educadora. Hoy, esto ya no es así: los padres han renunciado a su papel de primeros y principales educadores y le reclaman a los maestros que desempeñen el papel que ellos no supieron cumplir. Renunciaron al autoritarismo, pero no han sabido sustituirlo por un principio de autoridad que sirva de referencia para la construcción de la identidad personal y social de niños y jóvenes.

Las iglesias cada vez influyen menos en la sociedad, sobre todo entre los jóvenes, que crecen en un ambiente de total relativismo ético, donde se impone el pragmatismo del TODO VALE: todo vale si me produce poder, bienestar, placer, prestigio, dinero. El valor y el antivalor se confunden. Cada uno decide lo que es bueno y lo que es malo. La eficacia se convierte en criterio  de bondad. El fin justifica los medios.  Si todo vale, nada vale.   De ahí que si bien vivimos intoxicados por  una retórica que vocea  la ética  y levanta las banderas contra la corrupción, vemos cómo en la práctica  se violan abiertamente estos principios. ¿Hay acaso algo más deseducativo que un debate en la Asamblea? Si en realidad funcionara el Poder Moral o Conatel mostrara un mínimo de objetividad e hiciera cumplir sus propias leyes, deberían prohibir la transmisión de sus debates. ¿Para qué sirve dar derecho de palabra, si los de la otra tendencia no están dispuestos a escuchar y ya están condicionados a negar o incluso abuchear al que habla?  Olvidan que lo más  importante en un diálogo no es lo que se dice, sino el modo en que se escucha. 

Políticos y sociedad en general nos piden a los educadores que eduquemos para el respeto y la tolerancia, y todos vemos   cómo desde las instancias más elevadas del poder,   se irrespeta, insulta y agrede sin el menor pudor. Nos piden que eduquemos para la crítica y la creatividad y todos podemos presenciar cómo se persigue y aísla al que piensa u opina diferente. Nos  piden que eduquemos para la sinceridad y vemos cómo se miente, se acusa sin presentar pruebas y se lanza al escarnio público al adversario.

¡Basta ya de hipocresía! Es muy poco lo que podemos hacer los educadores, si las familias, la sociedad y sobre todo los políticos, que son los que deberían darnos ejemplo,  no asumen su papel de educadores. Las escuelas no pueden crear lo que no existe afuera. De ahí  que la educación, una educación ética, sustentada en el ejemplo, debe constituirse en la principal preocupación y la primera ocupación de toda la sociedad.  

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