Construyamos el Reino de la paz

31-03-2013

RESUCITAR A UNA NUEVA VIDA

Por: Antonio Pérez Esclarín (pesclarin@gmail.com) www.antonioperezesclarin.com

El Domingo de Resurrección es el día más importante y glorioso de todo el calendario cristiano. Es un día de júbilo y esperanza. En él celebramos el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre la crueldad, el odio y la violencia. Para los seguidores de Jesús, la cruz y el viernes santo no son la última palabra: Son sólo paso, puerta a una Vida Renovada. Por ello, celebrar la Resurrección, el triunfo del Amor sobre la muerte debe ser también un día para renovar nuestra decisión de seguir con mayor radicalidad a Jesús y trabajar por su proyecto: El Reino, que es construir un mundo como lo quiere Dios.

El Dios de Jesús es amigo de la vida, tiene pasión por una vida más sana, justa y dichosa para todos, y nos invita a compartir su sueño y su proyecto de amor. Eso es el Reino. El Reino de Dios está en la disposición de servir. Cuando se lucha contra el sufrimiento, cuando se alivia el dolor, cuando se trabaja por bajar de la cruz a los crucificados por la miseria y la injusticia, allí está actuando el Reino de Dios. Si hoy reina la violencia, la opresión, la miseria, la injusticia, la mentira, el egoísmo, la insensibilidad, la muerte, Jesús nos invita a construir el Reino de la paz, la fraternidad, la verdad, el servicio, la compasión.

Para Jesús, Dios es compasión. Dios siente hacia sus criaturas lo que una madre siente hacia el hijo que lleva en sus entrañas. Y porque Jesús experimentó a un Dios compasivo, de entrañas misericordiosas, introdujo la compasión como el principal principio de acción. Más allá de llamamientos morales o religiosos, Jesús está exigiendo que la compasión penetre más y más en los fundamentos de la convivencia humana para rescatar a los perdedores y excluidos, de la desesperación y el olvido. Nunca en ninguna parte se construirá la vida tal como la quiere Dios si no es liberando a estos hombres y mujeres de su miseria y humillación. Ser compasivos como el Padre exige buscar la justicia de Dios, empezando por los últimos.

Es hora de que los cristianos, seguidores de Jesús, hagamos nuestra la compasión de Dios y tratemos de incorporarla en nuestras vidas, en nuestros trabajos, en las estructuras políticas, económicas, sociales y religiosas. Nuestra tarea no es meramente celebrar cultos y cumplir con los preceptos y prácticas religiosas, sino liberar del mal, sanear la sociedad, ayudar a vivir de un modo más humano. Si es bien cierto que muchas instituciones e iglesias están hoy en crisis, no lo está Jesús que tiene más vigencia que nunca. El mundo cambiaría radicalmente si la compasión de Dios se convirtiera en el eje de las culturas, las políticas y las religiones.

Jesús sigue prácticamente inédito y puede convertirse en el espíritu que aliente el mundo nuevo. Ciertamente ¡Otro Mundo es Posible!, y nuestra tarea es cultivar la esperanza y trabajar con él con la pasión y la compasión de Jesús. El proyecto de Jesús sigue vivo y necesita de valientes que lo impulsen. Exige una profunda conversión: cambiar el corazón, los valores, marchar por un camino distinto al que nos proponen los poderosos, los que levantan su poder sobre la manipulación, la mentira, la insensibilidad, la violencia  y la injusticia. Seguir a Jesús Resucitado es hacer nuestros sus criterios y valores. Jesús nos enseñó con su palabra y con su vida que la práctica, y no la mera retórica, de la compasión, la no-violencia, la humildad, el servicio y el amor es el único camino válido para construir el Reino, es decir, una sociedad justa y fraternal, como la sueña Dios.

¿Qué pasaría en Venezuela y en el mundo si los cristianos empezáramos a tomar en serio el evangelio, en vez de hablar tanto de Cristo y mostrar conductas anticristianas?

 

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